Por problemas de espacio, decidimos incluir en la versión en papel de Art for Art's Shake #6 una versión resumida del texto de Carlos Alberto Rodríguez, pero como le prometimos, aquí está la versión íntegra:
El
hombre-máquina: Transhumanismo y la sociedad “digitalitaria”
actual.
Los
mitos son relatos donde interfieren unos seres extraordinarios o
sobrenaturales, que se insertan dentro de la cosmovisión o sistema
de creencias de una cultura determinada, sirviendo de instrumento
para el establecimiento de una serie de valores y normas
sociales.
La justificación mitológica requiere una
intencionalidad de liberar al hombre de la imperfectibilidad que
posee su naturaleza, trascendiendo a la misma, y crear una
aspiración del individuo concreto hacia la idealización abstracta
relatada en el mito.
En este sentido, el mito más vigente en
la actualidad y que mayor implicación tiene sobre la naturaleza
misma del ser humano, es el mito del “hombre-máquina”, del que
se hablará a continuación.
La
fusión del hombre y la máquina es un sueño ancestral del hombre,
tanto como otros, como por ejemplo, que el hombre pueda volar o vivir
debajo del mar. Pero, en el caso del mito del “hombre-máquina”,
tenemos su máxima expresión en el Golem de la mitología judía, el
cual, trataba de hacer realidad el sueño del hombre sobre la
creación de un ser animado a partir de materia inanimada (a lo
Frankstein).
Este
mito tiene una vigencia total en la dictadura científica actual,
donde el Golem tradicional ha sido sustituido en nuestro tiempo por
el ser mitológico del “superhombre digital e hipertecnologizado”
al que aspiró llegar el hombre moderno y que ahora, en la decadencia
posmoderna, toma una forma ilimitada en su hiperrealidad.
Los
dictadores-productores científicos que legitiman este mito, aplican
social y culturalmente, a través de la manipulación masiva, la
realidad del mismo.
Por
ejemplo, uno de ellos es a través de la influencia masiva de los
deportes en los medios de comunicación, como el caso de Pistorius
(“atleta-biónico”) u otros deportistas que con el desarrollo de
su potente físico desafían los límites biológicos del cuerpo
humano.
Otro caso, sería la aparición de los “superhéroes”
(Iron Man, Superman, Spiderman…) con cualidades sobrenaturales y
extraordinarias que encarna, a través de una ficticia-realidad, el
ideal del superhombre posmoderno.
Este
hecho, legitima la aspiración de ir más allá de los límites de la
naturaleza humana y crear/modificar/reprogramar (a través de la
tecnología) humanamente la vida, sin la determinante intervención
de la naturaleza.
Esto
supondría, un cuestionamiento sobre si esa creación transmutaría
la naturaleza humana en otro tipo de ente poshumano (¿artificialeza
humana?).
Aquí
llegamos a la palabra clave que versa sobre toda esta realidad (o
ficción) humana: el transhumanismo.
Significa que a partir de la
tecnología creada por el ser humano, éste, introduce elementos de
la máquina para mejorar, experimentar o compensar pérdidas en su
organismo, lo cual, implica que la fusión de la tecnología con el
hombre conseguirá un aumento de capacidades físicas, intelectuales
y psicológicas humanas.
Esto
puede transformar la naturaleza humana conocida hasta ahora, y
convertirse en otra cosa distinta, por lo que es necesario señalar
dos implicaciones humanas a este hecho:
La
aplicación tecnológica humana a la corporeidad biológica y a su
parte espiritual.
En
cuanto a la primera, podríamos preguntarnos si la implantación de
prótesis en nuestro cuerpo físico nos podría proporcionar una
calidad de vida o un funcionamiento biológico perfecto, en el que
llegásemos al sueño dorado de todo ser humano, seres inmunes a la
enfermedad e inmortales (realmente seríamos bio-robots perfectos).
Estas
aplicaciones tecnológico-protésicas, afectaría directamente a la
segunda dimensión (y la definitoria de lo humano) como es la
espiritual.
Por
ejemplo, la implantación de tecnológicas relacionadas con aspectos
relativos a la ingeniera genética, clonación y patente de genes,
implantación de chips o, inteligencia artificial, ¿Afectaría
realmente a lo definitorio del ser humano: la consciencia/el
espíritu?
En
este contexto de imbricación del hombre con la máquina, existe una
difuminación entre la línea que separa a uno de la otra, lo cual,
genera que sea imprescindible relatar la diferencia cualitativa entre
las dos entidades, respondiendo a la siguiente pregunta: ¿Dónde
están los límites de la fusión del hombre con la tecnología?
Yo
creo que la tecnología debe ser introducida al hombre en la medida
que no sobrepase la barrera de lo ético, es decir, que este proceso
de tecnologización del hombre no afecte a lo definitorio de su
naturaleza, la consciencia.
La
consciencia, es la encarnación del espíritu humano, y como tal, se
nutre de un alma energético que trasciende lo meramente material, y
que, además, se expresa a través de la impredecibilidad de sus
emociones y sentimientos.
Eso plantea la diferencia cualitativa
respecto a la máquina, ya que ésta, es fría y predecible, no tiene
emociones, ni empatía, no tiene espíritu.
Pero,
¿Qué pasaría si se pudiera inocular un espíritu a una maquina o
tal vez, si mediante una serie de algoritmos matemáticos se pudiera
crear/simular emociones (ordenadores con tejido orgánico y
neuronal)?
No
lo sé, ahora mismo estamos en un punto crítico en el que debemos
elegir (o ¿hemos elegido ya?) entre la racionalidad ilustrada en la
máxima potencialidad de su expresión, es decir, tener la
cosmovisión de un mundo en el que existe un todo
medible/cuantificable a través de la razón (“mente-maquina” con
diseño homogeneizado ) o ,quizás, elegir un mundo donde haya un
predominio de los sentimientos y emociones que van más allá de lo
meramente racional (“mente-humana” con consciencia creativa
heterogeneizada).
La
sociedad posmoderna actual, va encaminada hacia el racionalismo
extremo, en la que en pro del progreso tecnológico, en su acepción
ambivalente, se justificará idealmente para su implementación y
aceptación social mayoritaria, como una liberación individual y
colectiva plena del ser humano, donde la imperfección natural humana
(límites biológicos, enfermedad y muerte) será cosa de los
biohumanos. Pero desde mi punto de vista, esto conlleva una serie de
implicaciones quizás no tan liberadoras como nos pueden parecer en
un principio.
Para
mí, en cuanto a la forma futurible de organización social de esta
sociedad hipertecnologizada, se caracterizará como una dictadura
“digitalitaria” neofeudal pos capitalista-material, en la que no
habrá necesidad de implantar un “Estado-controlador”, si no que
se generará una especie de “anarquismo ilustrado, racionalista e
hipertecno-digitalizado” donde la norma social estará tan
interiorizada subjetivamente (implantación de nanochips) en los
individuos, que reproducirán en la voz de su (no) consciencia los
patrones, modelos y creencias sociales/culturales que les son
inducidas digitalmente, por la voz en off panóptica del Dios-elite
supremo.
El
control social se implementará por los mismos individuos integrantes
de esa sociedad, a través de aspectos relacionados con la
modificación biológica y reprogramación mental inducida, los
cuales, generarán una homogeneización a nivel de pensamiento
humano, eliminando cualquier disidencia “librepensadora” que esté
fuera de la programación ideo-biológica de la élite hegemónica,
así como la robotización del comportamiento relacional y social.
La
desigualdad social por lo biológico/tecnológico, será la norma de
exclusión sistemática, es decir, que se implantará un
neodarwinismo en el que los individuos que no contienen ninguna
“mejora tecnológica” serán inferiores a los que si lo tienen.
Por lo tanto, dará lugar a la formación de dos nueva clases
sociales antagónicas, en su sentido dialéctico, como son los
individuos hipertecnologizados o tecnohumanos, los cuales, tendrán
más ventajas sociales que los individuos humanizados o biohumanos,
los cuales serán la nueva especie esclava y marginada, cuyo destino
es la condena y ostracismo social.
Para
concluir, esta es la sociedad que hemos construido. Un neofascismo
sin espíritu humano, donde la única expresión de realidad humana
nos la ofrece la adoración a los dioses bárbaros de la mitología
científica (nanociencia, biotecnología, tecnologías de la
información y comunicación, neurociencia, robótica e inteligencia
artificial).
Ya
hemos elegido, no hay vuelta atrás. Hemos prevalecido la idea de
“perfección absoluta” de la cultura, rechazando frontalmente la
“imperfección caótica” de la naturaleza.
¿No nos habremos
equivocado en creernos Dioses superiores a la naturaleza? ¿Con qué
derecho hemos transmutado lo dado por ella? ¿Al despojarnos de
aquello que nos constituye, nos hemos convertido en seres-nada? ¿Será
verdad que hemos firmado nuestra sentencia de muerte?
Sí,
el ser humano ha muerto.